viernes, 30 de septiembre de 2011

ICAN Mallorca 2011 Full (3.8 - 180 - 42)


De vuelta ya de las mini vacaciones por Mallorca, dejando reposar un poco los recuerdos de la isla, y de la prueba, creo que estoy ya en condiciones de escribiros la crónica de este triatlón distancia Ironman.

Dejaré para otro momento, las impresiones de la Isla, anécdotas pre- carrera y la valoración de la organización (muy buena), y de la prueba en si.

Solo decir que como siempre tiene que haber imprevistos: Me encontré con dos.
1. “Veranillo de San Miguel adelantado”. Un calor y una humedad que nos tenían a todos paseando con una botella de agua en la mano, bebiendo continuamente.


2. Cambios sucesivos en el recorrido de bici terminaron en que una prueba anunciada como casi llana, para ir acoplado muchos kms, pasó a ser calificada como un circuito de toboganes, con algunos puntos que permitían ir acoplado, y sobre la distancia Full de 180 km unos 1500 m de desnivel acumulados a decir de algunos que llevan aparatitos.

Los dos imprevistos juntos convirtieron este Ironman, al parecer de la mayoría de participantes, en un Ironman mas bien de los duros.

LA NATACIÓN.
No hay neopreno permitido. El agua está a una temperatura deliciosa.
Es de noche, y estamos en la cámara de salida cuando aun ni clarea por el Este. Todos los de la distancia Full (ironman), con los monos y bañadores. Como los pioneros de este deporte.
Tomamos la salida cuando ya se aclara el horizonte, y el agua se vuelve cada vez mas transparente. Es una maravilla nadar en esta agua transparente de Mallorca.
Salimos. Yo como siempre prefiero meterme de los últimos en el agua.
Ahí vamos 148 aspirantes a finisher.
Nado tranquilo, cómodo y a buen ritmo. Disfruto en el agua.

Se me acaba el disfrute cuando diviso, las primeras medusas. Y yo con lo cagao que soy y sin neopreno. No son muchas. Tres antes de la primera boya. De color marrón y no mas de 15 cm. En el Atlántico no las tenemos.
Tras doblar la primera boya, un poco inquieto con lo de las medusas, por sorpresa va y me aparece en plena cara la mas gorda de todas, y le planto la mano encima.
Instintivamente encojo las piernas para frenar, por el susto, y la sorpresa.
Se me contracturan dolorosamente los gemelos y los isquios.

Aprendo la lección. Las medusas no hacen daño, si no les tocas los huevecillos.

Pero el miedo, me puede provocar un buen susto, un tirón y quizás el final de la prueba.
Me obligo a relajarme. Hago mentalmente un pacto con el mar y con la isla. En adelante nos llevaremos bien.
Termino la primera vuelta y al poner el pie en la playa noto el dolor en las piernas por el calambre. Pero nada importante.

Segunda vuelta.
Disfrutando. Fuerte pero no a tope. Reservo fuerzas.
Acabo la natación. Se me ha hecho hasta corta.

Sin neopreno y en el mar, he hecho curiosamente 4 segundos menos que el año pasado 1h 13 m 10 seg.


LA BICI.

Mi handicap. Mi bestia negra.
Entrené pensando en un circuito llano, y al final un circuito todo toboganes. Sin subidas duras, pero si cuestas continuas que acaban por hacer daño.
Son dos vueltas. Los primeros 90 km controlo mucho el ritmo. Procuro no picarme con los que va a hacer solo una vuelta (los del Half). Alguno de ellos resoplando en la subida a Randa, me dijo.
¿Y esto lo vas a hacer 2 veces?. Pues paciencia y suerte.

La verdad es que el circuito es muy bonito, y el asfalto perfecto. Pero no es la llanura que había imaginado para acoplarme sobre la cabra. Ni mucho menos.

Acabo la primera vuelta bien, pero en la segunda las fuerzas van cayendo, y el calor aumentando por encima de los 30º.

Hay una relación directa entre el calor y mis problemas de bloqueo de estómago.
Sobre el km. 130 empiezo a notar que el estómago no va.
Da igual – pienso- queda muy poco para soltar la bici.
Pero no. Fueron unos durísimos kms. Con el estómago fuera de juego, me entró una pájara de campeonato.
Me rallo: El calor no estaba en los planes, las cuestas no estaban en los planes.

No tenía fuerza para dar pedales, y en algunos momentos parecía que me iba a caer de la bici.

Mirando los datos del chip, salen que hasta el km 130 llevé unos (para mí) decentes 27 km/h de media sin forzar.

Sin embargo, en los últimos 50 km bajé a unos 20 km/h. Me arrastraba en las subidas, y me dejaba caer en las bajadas. Me pasó casi todo el mundo.


LA CARRERA.

Llegué a la transición entre aliviado, un poco cabreado y frustrado.
Decidido a salir a andar o correr despacio, y esperar si me volvían las fuerzas.
Durante la primera vuelta de 20 km, trato de trotar para ver si el estómago abre de nuevo. Pero nada. Lo de siempre, ya nos conocemos. Al no digerir, cada vez menos fuerzas y mas deshidratado.

Me da alcance un triatleta que solo caminando rápido, cubre mas distancia que yo en mis cada vez mas patéticos mini trotes.
Se llama Mike.

Me dice, con un fuerte acento alemán:
- Mejor así andando. Si no puedes correr, andando… y a veces mas rápido que corriendo. Yo no puedo correr. Es que, piernas no pueden mas.

Le cuento lo mal que ando yo de tripas.

Hablamos de lo duro que ha sido el circuito de bici, y el calor.

- Si, muy duro. Y el calor. Yo bebo en todos sitios. Muchas veces, y siempre cojo … (me señala un bidón que lleva en la mano). En todos sitios. - Entiendo que se refiere a los avituallamientos -  Sí en todos. ¿Cuántos? ¿ocho? Y cojo un bidón o mas y bebo todo. Bebo….. no se. ¿10 litros? ¿Pero cómo puede ser 10 litros y No Pipí??

Seguimos hablando de muchas cosas. Distraído y andando muy rápido, pero solo ando, llego al final de los primeros 20 kms.

Sobre el km 25 se añade a nuestro caminar rápido, Jose, triatleta catalán, que nos acompaña a buen ritmo, porque el dolor de piernas no le deja tampoco correr.

Cubrimos así algunos kms, durante los cuales noto que mi estómago vuelve a activarse. Muy poco a poco, voy digiriendo todo lo que llevaba. Coincidiendo con la puesta de sol, me encuentro realmente bien.

Jose es el primero que se atreve a preguntar:
- Yo me encuentro mejor ¿Qué os parece si tratamos de correr un poco?

Yo que me noto bastante repuesto le digo que si, y Mike pone cara de asumir sin demasiado entusiasmo nuestra decisión.

Pero los tres comenzamos a trotar.

Yo, con el estómago operativo de nuevo, bebo en los avituallamientos y como algún plátano que me sabe a gloria.

Los tres corriendo hombro con hombro. Ocupando todo el ancho del carril bici que era el circuito. Y los kms fueron cayendo, y yo tuve la esperanza de que entráramos así en meta. ¡Juntos! Me habría gustado, ya que la conversación de ellos, me ayudó un poco cuando por la cabeza me rondaban los pensamientos más sombríos que me han acompañado en un triatlón.

Pero no pudo ser. Sobre el km 32, Mike dijo que necesitaba parar y volver a andar. Nos insistió en que nosotros siguiéramos corriendo. Tras un poco de duda y con un poco de pena por disolver esta especie de sociedad nuestra de apoyo moral, seguimos corriendo Jose y yo.

Creo que subimos bastante el ritmo, casi sin querer. Yo no solo estaba bien, sino que me sentía cada vez mejor. Incluso me apetecía hablar de vez en cuando. Pero Jose seguía el camino mas lógico, que es el inverso, cada vez mas silencioso, mas callado, y mas dolorido.

Cuando nos quedaban 6 km o así, me dijo que le dolían mucho todo y que paraba.

Y yo seguí solo los últimos kms. Subí aun mas el ritmo. Estaba terminando la maratón con un ritmo impensable.

Me crucé con el director de la carrera, Jaime Menéndez de Luarca, que  en bici inspeccionaba el recorrido. Me animó:

- “Ese Camaleón de Sevilla” Vengaa…. ¡Llevas muy buen ritmo!! Vas rápido!!

Puso cara de extrañeza. Hacía solo una hora me había visto paseando con otros dos triatletas ¿?
No lo entendía, claro. Le expliqué lo de mi bloqueo de estómago. Como se había arreglado solo y me habían vuelto milagrosamente las fuerzas.
Doy estas explicaciones rápido, resumidas, sin dejar de correr, al pasar al lado de Jaime, corro de espaldas, mientras acabo de explicarme.
Estoy eufórico. Pletórico.

Aprieto, y corro más. Las pulsaciones se disparan. Las piernas están casi nuevas. Solo me arden las plantas de los pies, lo demás va bien.

Sobre el km 40, empiezo a notar que se me acaban las pilas y decido bajar un poco el ritmo.
Solo un poco mas. Veo la Meta iluminada a lo lejos.
Ahora la veo. Es ese punto mas brillante en la iluminada Bahía de Palma. En esa frontera de luz que separa la muralla de hoteles de la noche por un lado y de la oscuridad del mar por otro, ahí se distingue la Meta.

¡Ya estoy! Solo 1 km. Delante mía a unos 300 m un triatleta corre girándose varias veces para ver si yo le recortaba distancia.
¿Estás chalado? ¿Crees que te voy a disputar el puesto? ¿Después de 226 Km? Para ser mejor que otro de los últimos. ¡Que tontería!
No obstante, reconozco que apreté el ritmo, je, je…. Solo por fastidiar.
¡Ahora vas a sudar! Por agonía. Te voy a hacer correr hasta la Meta.

Los turistas me animan según voy pasando. A una señora alemana le da un ataque de risa cuando ve que a 400 m de la meta, me paso varias veces la mano por el pelo para peinarme. La verdad es que para la fornida turista teutona, debo parecer una especie de anchoa moribunda vestida de amarillo fosforito, mas preocupado por la foto de finisher que por su salud.
Supongo que tiene su gracia.

Cruzo la Meta. Una Felicidad inmensa. María está allí para ponerme la medalla. Ha estado todo el tiempo ahí. Siempre que la he buscado. Ya sabéis hasta que punto la medalla es de quien nos soporta y facilita la vida de triatleta.

En Meta. Luces. Besos. Felicitaciones. Las fotos. Y esa gran alegría.
Lo he conseguido. Mi segundo ironman. De hierro otra vez.
Y tampoco esta vez fue fácil conseguirlo.


miércoles, 7 de septiembre de 2011

Diez días.




A solo 8 días de viajar a La Isla.


En cuanto a triatlón se refiere para mi hoy por hoy no hay mas isla que la de Mallorca.
Y me da igual que cuando llegue allí me encuentre a Eneko hablándome de Hawaii, o gente que esté inscrita para Lanzarote 2012.

Solo puedo pensar en una isla, Mallorca, y en un Ironman, el ICAN.

Mis preparativos para el viaje: no os engañaré, empiezo a intranquilizarme un poco con esto.

Mis entrenamientos este verano, no me han resultado nada difíciles.
Creo que fue un acierto escoger esta fecha para mi segundo IM.

Entre los detractores de los entrenamientos veraniegos, hay razones de todo tipo, sobre todo el calor y la abundancia de actividades apetecibles y alternativas a la de ponerse horas a sudar en soledad, con un ojo en un reloj, y con otro en la receta del entrenamiento del día.

También hay detractores de mis últimos entrenamientos de carrera larga a pie.

A ningún runner o triatleta parece gustarle mis últimas salidas de domingo.
Consisten en internarme en un espeso pinar, que hay junto al mar.
Es grande pero no mucho He calculado que se puede recorrer su perímetro en un trote suave en menos de 30 min.
Su interior está formado por un espeso bosque de pinos, que se extiende por un terreno de dunas de diverso tamaño. La mas grande como un edificio de tres plantas.
No hay casi terreno llano.
El suelo es de fina arena de playa, pero está en casi todos los sitios invisible bajo un espeso y suave manto de agujas de pino secas.
Esta alfombra, al mismo tiempo que amortigua mis pisadas, tiene la suficiente consistencia para que no me hunda en la arena a cada zancada.

No hay apenas sendas, y desde luego no hay caminos.
Mi rutina consistía solo trotar a ritmo suave haciendo zigzag sin rumbo. Subiendo y bajando dunas, evitando las raíces del suelo, o jugando a seguir las huellas de algún caballo.
Dentro de este bosquecillo, ni los días mas calurosos era difícil correr. Al estar al lado de la playa, siempre llega algo de brisa del mar, y los rayos de luz tan solo alcanzan el suelo en contadísimos claros.
Aquí he vuelto a disfrutar de las tiradas largas. Solo y en silencio, acompañado solo por mis pensamientos. Arriba y abajo, mirando alguna vez el pulsómetro para asegurarme que voy suave, si es que toca ir suave, o trepo y bajo las dunas con alegría, si es que toca un poco mas de intensidad.
Sin mirar nunca cuanto queda. Ni me acuerdo.


Pues bien, este lugar no parece apetecible para correr ni para runners, ni triatletas.
Cuando pregunto me dicen, que el terreno de arena se hará duro, que es irregular, que no hay sendas para correr...

Debo ser yo el bicho raro, porque la verdad es que no me he encontrado a nadie trotando por allí dentro nunca, a pesar de ser el Puerto el lugar escogido por miles de veraneantes.

Supongo que hay gustos para todo, pero yo no cambio el lugar que os he contado, por su cercana alternativa, un paseo marítimo lleno de paseantes, corredores, y patinadores, que prefieren martillear sus articulaciones contra el duro suelo de asfalto, durante una hora o más.

Digo yo que ya habrá tiempo de recorrer un paseo marítimo durante horas en Palma de Mallorca, dentro de solo 10 días. ¡Jo! Solo Diez Días…..