martes, 22 de enero de 2013

El Parque.


Ya en el 2013.
Dos meses y poco de rodaje después, empiezo a vislumbrar atisbos de una cierta forma física.
Quiero pensar que suficiente para terminar la que será mi primera Media Maratón sin baño y pedaleo previo.
Expectativas crecientes pero discretas. Cada día de entrenamiento gano conciencia de mis capacidades reales frente a esa bonita imagen con la que fantaseamos volando sobre nuestras zapatillas como keniatas, cuando en realidad, bastante tendremos con desplazarnos hasta la meta bajando algo de las 2 horas, y sin sufrimientos ni dolores de más.

Esto no significa que la cosa no vaya cada día mejor.
Sensaciones muy agradables estos días de entrenos.

Muchos kms a pie, para lo que yo suelo. Mucho Parque.
Varias veces por semana  troto por la mañana hacia el parque de María Luisa y cada día lo disfruto como un turista. El suelo húmedo, la tierra mojada mezclada con las hojas, tan suave al contacto con el pie. ¡Cuanto echaré de menos eso en los entrenos de Verano! Cuando la tierra se seque y endurezca.

Me concentro en pisar bien, no meter mucho talón. Ir suave. Buena cadencia, la respiración .
Y disfrutar como digo del Parque como sí no hiciera .... Caramba! Veintiún años corriendo en el.
Pues os aseguro que cada día se puede ver algo nuevo si se mira con cuidado.
El Parque es un viejo amigo, que no veo ni bonito ni feo. Ya estoy familiarizado con la cara que ofrece. Ese mezcla de plantas y árboles de todo tipo en un colage desordenado, estudiadamente caótico. Como si fuera deliberado su aspecto asilvestrado y libre de selva tropical. Si fuera una persona sería uno de esos chavales que visten con un cuidadoso y estudiadísimo desaliño.
He aprendido a apreciar ese aspecto a veces decadente. Magníficos momentos, como cuando los rayos de luz se cuelan entre las copas de los árboles y forman pantallas brillantes casi sólidas de luz, velos blancos que se descuelgan de las ramas hasta el suelo.

Construcciones, estatuas, columnas, que aparecen de pronto entre la espesa vegetación, como vestigios de alguna antigua civilización del año 29 del siglo pasado.

De todo ello disfruto cuando corro.
Con frecuencia dan ganas de parar a sacar una foto de estas imágenes. Aquel grupo de palmeras, El Museo Arqueológico, o la Plaza de España, que se recorta aun oscura sobre la incipiente claridad del amanecer, o ese arbusto al pie del árbol que ... ¡Coño! Que susto.

Sobre el matorral en cuestión hay una cabeza humana aparentemente depositada allí de modo tan macabro, aunque la realidad menos escandalosa es que el resto del cuerpo del operario municipal de Parques y Jardines, se oculta en el interior del volumen del propio arbusto, totalmente invisible.
El señor me mira con unos inexpresivos ojos desde detrás de unas gruesas lentes, como un topillo recién salido de la madriguera. Lleva un gorro de lana y las orejas abrigadas por la gomaespuma de los auriculares de un reproductor de música.

En realidad alrededor de ese mismo matorral hay trabajando muchos otros operarios de Parques y Jardines. Uno que está listo para llevar la carretilla, el que lo vigila, asesores, el que acaricia con el rastrillo el grueso manto de hojas secas, valorando con precisión cuantas ha de dejar, y cuantas ha de recoger, para ese estudiado desaliño al que me he referido. No debe parecer demasiado aseado el Parque, o desaparecerá su esencia salvaje. Entre operarios y estilistas debemos tener como 5 sujetos alrededor de un matorral, no mas grande que un twingo. Lo que no esperaba para nada es que dentro del mismo hubiera uno de ellos.
De ahí la sorpresa.

El que está en medio del pastel, por su parte, se dedica con unas pequeñas tijeras de podar, a pasearlas sobre la superficie del matorral, decidiendo que hoja va a cortar en cada minuto. Quiero decir, que cada aplicación de cuchilla va precedida de un suspense enorme. Vamos que si las plantas además de sentir, hablaran, os puedo asegurar que el arbusto aterrorizado lo confesaria todo para no prolongar tan larguísima tortura.

Inexpresivo, mecánico, pausado, va cortando hoja a hoja, decidiendo internamente porqué esta si y aquella no. Quizás se lo sugiere la propia música. A mi la escena del tipo en cuestión, me recuerda a aquella de la peli de Tarantino Reservoir Dogs, en el que a uno le cortan la oreja, mientras el torturador baila el tema de "Stuck in the Midle With You" (Explicit)

Dos series de 2000 m después, al volver a pasar por el mismo punto, la miope cabeza, sigue concentrada en la disección hoja a hoja, con una cadencia que no permitiría pelar totalmente un bonsai en toda la mañana, mientras el resto de la banda criminal esperan -digo yo- la confesión del vegetal.

En fin que después de 21 años Mi Parque me sigue pareciendo interesante y sorprendente.



Ya os contaré que tal el domingo que viene  mi primer Media Maratón ( sin nadar y pedalear antes). Tengo mucha curiosidad.